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Desde el mundo académico, ¿cómo se percibe la transición a la fotografía digital? ¿Ha concluido o aún estamos inmersos en ella? En el ámbito de las escuelas [la transición] va un poco despacio, aunque en la nuestra el proceso está casi terminado, hasta el punto de que este año ya prácticamente eliminamos el laboratorio químico y toda la impresión es digital.
Otro tema es que, aunque entre los aficionados y profesionales la transición sea ya casi total, el proceso ha sido muy rápido. Si después de tantos años seguía habiendo dudas en la fotografía tradicional, es lógico que ahora no haya habido tiempo de reciclarse. Falta mucho conocimiento, pero no para que la foto salga, sino para que alcance cierto nivel de calidad. ¿Crees que entre los profesionales existe esta idea de reciclaje o habrá que esperar a las nuevas generaciones? Habrá que esperar. Conozco a bastantes profesionales en diversos ámbitos de la fotografía y van un poco al día a día. No tienen tiempo y los problemas se van superando con los consejos que les dan unos y otros. Falta una base; empezar por el principio y reaprenderlo todo o casi todo. Así que la parte química de la fotografía dejará de ser una materia necesaria para los alumnos… Realmente, no lo será. Aunque algunos se empeñen en defenderlo, la fotografía no es química; es pintar con luz y para ello se puede emplear muchos sistemas. La química es la que durante muchos años nos lo ha permitido, pero la electrónica también puede hacerlo. De hecho, esta evolución está vinculada al futuro de las copias impresas. Si en la captación está claro que los sensores digitales consiguen una calidad despampanante que rivaliza y supera a las mejores películas, el tema de la copia está un poco más verde. Hasta ahora es barato y relativamente fácil encontrar un buen laboratorio que trabaje bien la copia digital. Pero estoy convencido de que eso va a cambiar. Los costes medioambientales son muy altos, y los requisitos de espacio y maquinaria son también muy elevados. ¿Significa eso que el futuro pasa por la inyección de tinta? Eso parece. Y dentro de no mucho tiempo. De hecho, Epson ya ha desarrollado con Noritsu un minilab que utiliza la inyección y que es tan rápido como los químicos. Yo he podido ver algún modelo funcionando y es realmente sorprendente el acabado y la resistencia de las copias. No tiene nada que ver con las copias de impresión casera. Tienen un aire a la copia química tradicional, pero sobre todo sorprende la calidad. ¿Tiene sentido seguir con la eterna discusión sobre captura digital y captura química? Habría que hacer una distinción. En paso universal no tiene mucho sentido seguir discutiendo sobre esta cuestión. Está demostrado -y yo mismo he podido comprobarlo con unas pruebas- que con 14 megapíxeles es posible igualar a la mejor película de color. Trabajando en digital es posible, por tanto, obtener un mejor resultado en cuanto a nitidez y nivel de resolución. Otra cosa es a qué precio. Una cámara de segunda mano y una Velvia cuestan 200 euros. Una SLR digital de esta resolución vale más de 3.000. También habría que matizar ese mito de que con 8 megapíxeles ya se le da veinte vueltas a una película. En muchos aspectos mejora, por supuesto, como en la inmediatez o en el hecho de que ya no hay grano (aunque hay ruido, que son muy parecidos). Pero cuando haces una foto de aquellas con trípode, cable disparador, una buena óptica… la película aún se defiende. Y con formatos mayores, si hacemos un cálculo de área, la película de 6 x 6 es cuatro veces más grande que el paso universal, así que necesitaríamos multiplicar por cuatro esos 14 millones de píxeles de los que hablábamos. Y en estos momentos no se comercializa ningún sistema de estas características… No he hecho pruebas así que no me atrevo a asegurarlo, pero todo parece indicar que con formatos mayores y, sobre todo, con placas [la película de 6 x 6] aún es imbatible. Pero claro, es sólo cuestión de tiempo. Seguro que también llegará el momento en que comiencen a popularizarse los sensores de tres capas que funcionen un poco como los Foveon. Veremos entonces una especie de segunda revolución, en la que nos convencerán para volver a cambiar de cámara. Hablábamos antes de los laboratorios. ¿Qué tal están haciendo los deberes digitales? En líneas generales, parece que todos han aprendido a utilizar su maquinaria, pero de una forma bastante mecánica. Seguramente se debe a una falta de reciclaje de una generación que aprendió con Photoshop y no ha salido de ahí. El formato RAW es un buen ejemplo. Es un tema que está muy verde; no hay muchos laboratorios que acepten este tipo de archivos ni que ofrezcan un servicio de revelado. La parte de la gestión de color es otro gran escollo. No son pocos los laboratorios donde hablas de perfiles de color y te miran raro. En los laboratorios profesionales no, pero en muchos laboratorios para aficionados puede ocurrir que el usuario, que tiene más tiempo que el profesional, esté más informado que el propio laboratorio.
Tal vez lo que ocurre es que la gestión de color es la bestia negra del sector. La verdad es que sigue siendo la asignatura pendiente del sector. Da el mismo miedo que daba la sensitometría. Sin embargo, con el sistema de zonas no pasaba eso. Pese a ser algo técnico, no tiene tanto tecnicismo ni tanto aparato. La gestión de color asusta si te metes sólo y sin ayuda. Si vas de la mano de un libro o de un curso es completamente diferente. Así, no es sólo un bombardeo de información que se va recopilando de mil sitios. ¿Habrá alguna forma de sistematizarla y hacer que resulte más accesible, siguiendo los pasos del formato RAW? Quizás no en todos los aspectos, porque no es lo mismo calibrar el monitor que hablar de las copias o las imprentas. Yo creo que se popularizarán servicios puntuales. Si quieres calibrar tu impresora, lo harán, y todo funcionará perfectamente si no cambias de papel o tintas, con un coste asumible. Falta todavía llegar a un punto en que el fotógrafo -sobre todo el profesional- se de cuenta de que la necesita. La conocen, pero quieren creer que viven más tranquilos sin ella. Y no puede ser, porque acabará convirtiéndose en una bola de nieve. Recientemente has publicado un libro dedicado a la calibración del monitor. ¿Es una práctica extendida o aún es algo minoritario? Podría contarte algunas anécdotas para responder a esta pregunta. Por ejemplo, sobre agencias de publicidad muy importantes y reconocidas en las que ni siquiera saben que un monitor se puede calibrar. Compañeros que tienen los monitores calibrados y que, al llevar su trabajo a la agencia, les dicen que la foto está mal, que está un poco magenta… cuando lo que ocurre es que lo están mirando en pantallas diferentes y ninguna de las dos está calibrada. Luego, cuando preguntas si el monitor está calibrado, te responden que sí, que claro, que a ellos se lo venden ya calibrado en la tienda. En tu libro hablas de las dos grandes opciones para calibrar: mediante programas o con hardware. ¿A quién recomendarías cada una de estas fórmulas? Depende del nivel de exigencia de cada cual con sus fotos. Es esto lo que delimita la frontera, no el hecho de ser aficionado o profesional. Si uno se conforma con los resultados, digamos, normales, hacer una calibración por software mínimamente decente, ya llega para no encontrarse con estridencias. Calibrar por software es barato, pero no te garantiza ningún resultado bueno e incluso puede ocurrir -sobre todo las primeras veces- que el monitor queda peor que al principio. Yo recomendaría Adobe Gamma o SuperCal, y sobre todo que la gente busque información y entienda la teoría de por qué ocurre todo eso. En el momento en que ya tienes una cierta ansia por conseguir una calidad decente, entonces es cuando puedes empezar a plantearte adquirir un calibrador. Especialmente si notas que el color de tus fotos está un poco raro, o imprimes la foto y te llevas un susto. Un par de dudas existenciales: ¿monitor TFT o CRT para trabajar con imágenes? Evidentemente, dependerá de qué TFT o qué CRT. Pero, sin duda, la gran diferencia está en el precio: un buen CRT es mucho más barato que un TFT que dé una calidad de imagen equivalente. El problema es que ya no se venden estos monitores de tubo, así que no queda otro remedio que comprarse un buen TFT si se quiere calidad. Y eso es caro. Ya se sabe que el mercado informático evoluciona rápido, y los precios ya están bajando. Pero hace un par de años, un CRT profesional de 17 pulgadas podía costar 160 ó 180 euros. Ahora, una pantalla profesional de un tamaño similar supera los 300. Respecto a la calidad, los dos tienen virtudes y defectos. El negro del CRT es muy profundo, por ejemplo, y no hay problemas con los ángulos de visión. En cambio, en el TFT la imagen tiene una nitidez perfecta y está libre de distorsiones. La gama de color, por su parte, es incluso superior a la de los monitores de tubo, aunque sólo en el caso de los modelos superiores. Sin embargo, habrá que ver qué pasa con la tecnología SED. [Estos monitores] funcionan por el principio de la síntesis aditiva de los CRT, pero se trata de pantallas planas, con lo cual podría llegarse a aunar las virtudes de los dos y los defectos de ninguno. La otra gran pregunta: ¿capturar en AdobeRGB o sRGB? Ésa es la pregunta del millón. De nuevo, depende de numerosas variables. Para alguien que no quiere tener problemas con la gestión de color, yo le recomendaría sRGB. Es cierto que pierdes gama de color, pero a cambio te ahorras unos cuantos problemas. Si quieres tomártelo un poco más en serio, entonces es mejor ir abriendo el abanico y utilizar perfiles con más gama de color. Más gama de color quiere decir copias más ricas. Es un tópico, pero en la copia se nota, sobre todo en los verdes y en los cianes. ¿Y se aprovecha luego en el laboratorio toda esa mayor información de color? Con el papel químico, respecto a la gama de color, hay muy pocas diferencias entre unos fabricantes y otros. La gama de color que tienen estos papeles -que no sólo depende del papel, sino también del revelado- queda circunscrita bastante bien dentro del AdobeRGB, salvo un pequeño reducto. Otro tema es que el laboratorio trabaje en sRGB. No sé exactamente por qué se hace, si es algo premeditado para simplificar el trabajo o por puro desconocimiento. En el caso de los sistemas de inyección de tinta profesionales, tienen una gama de color realmente más rica que el papel de laboratorio. Es otro mito que debería caer, como el de la durabilidad de las copias. Salvo excepciones, las químicas soportan entre 18 y 22 años en condiciones normales, mientras que las de tinta pueden llegar a durar 300 años, en caso de copias en blanco y negro sobre papeles especiales. |