Por Manuel San Frutos.- Siendo de todo punto ineficaz aportar una visión global y conciliadora de lo expuesto durante la vigesimoséptima edición de ARCO dada su inconmensurable medida, es más lícito expresar un cúmulo de retales que configuren una manera personal de entender este evento artístico de referencia internacional.
Es ésta una feria en constante aumento, donde la megalomanía humana alcanza su cúspide, cambiando la escala de todos los registros que en ella tienen cabida.
Y es que si algo ha importado en la ya concluida ARCO’08 ha sido, por supuesto, la medida. Creciendo en superficie expositiva, el evento ocupó los pabellones 12, 14, el anexo 14.1 y alguna que otra zona independiente de nueva creación de la Feria de Madrid.
Curiosamente, la ampliación física se ha realizado de manera asimétrica con su temporalidad (ARCO se sigue desarrollando en tan sólo cinco días) y la sensación de pérdida constante de información termina por generar en el visitante una sensación de amargo cansancio durante las últimas horas de tránsito sobre la interminable moqueta gris.
Otro cisma a considerar son los criterios expositivos, o más bien la falta de ellos. En ninguno de los pabellones había una pauta común de integración lógica, plásticamente hablando. El ámbito del coleccionismo de corte más clásico compartía espacio y público con las representaciones del arte político actual.
Uno piensa entonces si la coletilla Feria Internacional de Arte Contemporáneo comprende desde obras gestadas a mediados de los años 50 -e incluso antes- hasta las presentadas en este mismo 2008, o si más bien esta supuesta contemporaneidad pasa por ser un valor contractual de carácter voluble y cambiante, dependiente de un nombre y un cierto valor bursátil.
Así, ha sido posible ver aún en ARCO’08 a picassos, gargallos, chillidas… o hablando ya del caso fotográfico, una imagen mítica del austrohúngaro André Kertész. Si bien son todos ellos consagrados artistas y por lo tanto plenamente recomendables, servidor cree sinceramente que no representan los movimientos plásticos contemporáneos.
No pocas galerías han hecho acopio de valores seguros, colgando sobres sus muros de pladur fotos de cientos de miles de euros con nombres y apellidos tan reconocibles como Helmunt Newton, Andreas Gursky, Thomas Ruff o Nan Goldin.
El precio ha sido pues otra medida macro-escalada en la presente edición, ubicándose el récord en ocho millones de euros por la obra más cotizada, la del “contemporáneo” pintor anglo-irlandés Francis Bacon.
La fotografía se ha impuesto en esta carrera por la cotización desmedida: varias piezas superaban el millón de euros en ARCO’08, situándose muchas en torno a los cientos de miles de euros.
Esta inflación llega acompañada de una obsesiva tendencia al agigantamiento innecesario, sin que ello repercuta en un aumento cuantitativo de la calidad de la obra, como si sólo bajo el umbral de estos desorbitados tamaños, superiores a los tres metros de lado mayor, se pudieran considerar tales precios.
Las piezas de Alicia Framis pertenecientes a su serie Not For Sale, son claros ejemplos de esta problemática.
© Alicia Framis Serie Not For Sale. |
La obra de Framis se centra en la situación de los niños que son vendidos alrededor del mundo. Una de las partes del proyecto la conforman enormes fotografías de niños con un collar en el que se puede leer “NOT FOR SALE”. Pues bien, las fotografías sí que se venden, y a precios que superan la decena de miles de euros.
La información disponible sobre el proyecto Not For Sale indica que los tamaños se justifican en un intento de mímesis con los carteles presentes en las ciudades donde se realizan estas transacciones de menores.
Ahora bien, es muy dudoso que estos carteles urbanos gocen del maravilloso montaje sobre metacrilato siliconado, de la nitidez, el color y la calidad de archivo que aporta la serie fotográfica de Framis, que cumplen más con protocolos “museables” que con una analogía del cartel urbano que reivindica.
© Mario Cravo Neto |
Aun cuando el dinero obtenido por estas imágenes se reinvirtiera en ayuda hacia estos menores, la manera de conformar la obra de Framis expuesta en ARCO genera ciertas interferencias con el corpus teórico del trabajo. La mirada reflexiva se desvía hacia la cotización final de la pieza y, por ende, del artista. Es ésta una zona de fricción común del arte reivindicativo actual.
© Rosàngela Rennó |
ARCO8 también aporta positivas sensaciones al campo fotográfico, tales como el auge de este medio de expresión frente a la pintura o la escultura, la complejidad y calidad de algunas soluciones de montaje y -a colación del país invitado, Brasil- la presencia de artistas cariocas muy sugerentes, como Mario Cravo Neto o Rosângela Rennó.
ARCO8, objeto de este vistazo rápido y selectivo, ha cumplido un año más con las expectativas tanto positivas como negativas de muchos. Y es que la feria sigue siendo, errores y aciertos incluidos, una muestra innegable del panorama artístico y comercial del momento.
Fuente: QueSabesDe