Burtynsky fotografía el lado monstruoso de la industrialización
También las fotos de Peter Voigt son reflexiones sobre las ciudades impersonales, mientras que, en la colectiva de escultura actual Rompecabezas, Cesc Riera retrata a un personaje pseudohumano hecho con altavoces
Las fotos de paisajes urbanos e industriales están de moda desde hace bastantes años, los suficientes como para que más de uno esté ya harto de ver la misma o parecida panorámica, la misma vista ya vista, neutra, frontal y en gran formato, de una fachada impersonal o de una interesante o espectacular fábrica sucia. El triunfo de Gursky, Ruff y otros fotógrafos en esta línea alemana ha sido contagioso. Sin embargo, las modas no surgen por casualidad y no todo es truco mercantil y estético. Por ejemplo, es el estado del mundo lo que ha reclamado un arte crítico como el que se ha defendido en las últimas ediciones de la Documenta (aunque el arte más necesario sería profundo y liberador no sólo en los aspectos evidentes de lo social, lo político o incluso lo ideológico: sería utópico y poético además de crítico).
Del mismo modo, las transformaciones infligidas al mundo por la industrialización y la excesiva urbanización exigen la reflexión crítica y hasta la denuncia, sin las cuales los hechos acabarían dando la razón a los ecologistas más agoreros y apocalípticos. Las fotos de Edward Burtynsky (canadiense de 1955) son paisajes de lo excesivo, desmesurado, antinatural y antipersonal. La selección que presenta la galería Toni Tàpies se centra en fotos tomadas en China ya en un siglo XXI que todavía se parece demasiado al siglo pasado. Son imágenes de fábricas y otras construcciones, siempre grandiosas y sobrehumanas. Ya sabemos que en cuestiones de cantidad, China va servida. Con todo, las imágenes de enormes naves industriales donde trabajan y comen muchos chinos uniformados con la ropa reglamentaria, como hormigas obreras con batas rosas o amarillas, no son tan distintas, por desgracia, de las que filmó King Vidor en una de las obras maestras del cine mudo, The crowd (La multitud o Y el mundo marcha). Es la misma alienación en la productividad colectiva, el mismo sacrificio vital en el altar empresarial o estatal: la diosa producción y el dios consumo son el mismo monstruo.
Por esto sería una necedad burlarse de los chinos sumisos. De hecho, lo que ellos producen en masa es lo que compramos masivamente los occidentales sumisos ante el consumismo. Del mismo modo, los paisajes industriales tóxicos de una acería de allí no son más desastrosos y cancerígenos que los de aquí, y son consecuencias de la utilización de objetos tan prácticos y cotidianos como las ollas inoxidables. Lo que expone Burtynsky son las imágenes nítidas del nuevo paisaje global, los testimonios del desastre industrial y productólatra: construcciones a escala antihumana, paisajes de residuos venenosos, lugares destruidos en nombre de la prosperidad y la calidad de vida, en China y aquí. Galería Toni Tàpies. Consell de Cent, 282. Hasta el 2 de junio.
PETER VOIGT. La arquitectura y el urbanismo impersonal y antihumano es también el tema de la muestra We built this city. El fotógrafo alemán Peter Voigt expone, como contrapunto a sus vistas de edificios como muros tomadas en China y en Japón, una serie de retratos de adolescentes japonesas que se disfrazan de muñecas pueriles o provocativas. Es comprensible que las jóvenes habitantes de las colmenas de cemento reaccionen de alguna manera. A juzgar por estas fotos, optan por la evasión en las ficciones y a menudo se disfrazan de personajes de manga o de series de televisión. El fenómeno es bonito y patético, pues el deseo de distinción o singularidad, la nostalgia de lo personal, se expresa finalmente mediante estereotipos de la cultura de masas. Galería Safia. Bruniquer, 9. Hasta el 19 de mayo.
ROMPECABEZAS. Esther Montoriol presenta dos muestras: Las luces del espíritu, del pintor austriaco Julian Taupe, abstracto y colorista, y la colectiva de escultura actual Rompecabezas. En ésta hay obras de Albert Casañé (espejismos), Matilde Grau (roturas sublimadas por reparaciones), Silvia Levenson (agresividad camuflada con colores delicados, en las relaciones de pareja destructivas) y otros. Mención aparte merece Jorge Zambrano, más conocido como pintor, pero acertado en esculturas como Dentro fuera abajo arriba. Y Cesc Riera logra otra obra excelente y ultrapobre. Su retrato Pseudo es una cabeza tecno, un objeto-personaje, un rostro de nadie cuyos únicos rasgos son altavoces que repiten voces ajenas como balbuceos ininteligibles y cuyo cuerpo es un mero manojo de cables. Galería Esther Montoriol. Diputació, 339. Hasta el 27 de mayo.
TERESA LANCETA. Los tapices abstractos que expone Teresa Lanceta (Barcelona, 1951) son de los últimos años. Evocan con sus ritmos cromáticos y sus líneas paralelas o cruzadas tanto la naturaleza cambiante en el tiempo y el espacio como los ritmos de las estructuras arquitectónicas y las líneas dinámicas del movimiento. Hacen pensar en los Delaunay, en lo mejor del futurismo, en la serie México bajo la lluvia de Vicente Rojo y en los tapices de Marruecos. Mirándolos, uno se pregunta por qué esta artista no prefiere expresar ese rico tejido cromático mediante la pintura, un medio que permite más matices y sorpresas. Àmbit Galeria d´Art. Consell de Cent, 282. Hasta el 16 de mayo.